—9999929.NEX6 —dijo el portero.
Ella accionó el play y sonó por el altavoz: “¡Uhhhh!
¡Soy La Muerte! Hace siglos que había dejado de hablar a los viajeros. Les
daba el primer susto, luego una mirada de soslayo, después una pegatina en el
culo y fin… el siguiente.
—¿Nombre? —interrogó en este caso de viva voz. Había
levantado la vista de forma rutinaria. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar
quién era el que estaba delante. Su voz había sonado ronca y gutural por falta
de uso, pero le iba bien al personaje.
—Jaimito.
—¿Profesión?
—Actor cómico.
—¿Por qué has venido?
—No ha sido por iniciativa propia, lo juro. Me ha traído alguien que me quería mal, debe ser.
—Error del sistema. No tenías que estar aquí.
¿Fecha de nacimiento?
—No la sé.
—Me lo estás poniendo muy difícil —dijo mostrando
cierto interés por tan extraño e inusual trámite burocrático.
—¿Y ahora qué hago?
—Vivir. Te has quedado sin pegatina.
—No lo dudes, todos tenéis fecha de caducidad.
La patada en el trasero sí que se la regaló y con ella le
devolvió a lo suyo.
[transición]
En el escenario se tomó unos instantes para procesar su nueva condición. Comenzó con un chiste clásico y resultón. Tenía una misión, no en vano nadie sale de las
estancias de Ella así como así. Enviarle uno cada día. Si los mataba de risa o
de cualquier otro modo, era su problema. Con el tiempo se fue acostumbrando.
Todos los replicantes son iguales, pero a éste además le habían adjudicado un
número primo. ¡Haber elegido muerte!
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| Fotograma de El Séptimo sello de Ingmar Bergman |