viernes, 11 de octubre de 2019

Mi dragón mascota

             Platinante de Záragor es grande, escamoso y tenaz; tan duro por fuera que se diría todo coraza, que no lleva piel. Solo las aguamarinas de sus ojos son blandas cual medusas. Lo dejo solo y se va al centro para derribar antenas. Si lo llamo por su nombre completo viene cabizbajo porque me sabe enfadado. Le gustan las guindillas, el queso manchego y las almendras tostadas. Cuando los domingos al atardecer sobrevolamos los puentes, suelta llamaradas jactanciosas. La adolescencia de los dragones es una etapa difícil, unas veces se muestra cariñoso y otras rebelde, al mismo tiempo.


¿Será el anfibio dragón del Pozo de San Lázaro?






Uno de los Microduelos de sangre que gané en Luminaria, I Encuentro de narrativa fantástica de Zaragoza, Septiembre 2019