sábado, 29 de octubre de 2016

Grimm

      Espejito, espejito ¿Quién es la más hermosa de este reino?. La ocurrencia se le escapó, junto con una risotada, mientras el retrovisor de un coche aparcado oscilaba al pintarse ante él los labios.  Venía un poco afectada por varios gintonic, canturreando una de Abba y danzando sin gracia ni estilo. La policía esperaba en la puerta de su hogar. Dentro, el príncipe de la casa, desnutrido, sucio y mal vestido, derramó un mar de lágrimas.
      En el Tribunal no necesitaron más pruebas. ¡Cuentecitos a mí!, dijo el magistrado, solicitando la presencia de Frestón, colaborador ocasional en algunos juicios. Tras las palabras mágicas adecuadas se levantó la sesión. La madrastra intentó abandonar la sala con porte regio, a pesar del sapo que llevaba adherido al rostro. Fue enjaulada al pie de un enebro. En lo sucesivo habría de saciar el apetito del batracio con parte de los alimentos que le proporcionaban para sí, pues de no hacerlo, el animal le devoraría la cara.


Escrito para el espacio Érase otra vez de Aragón Radio año 2016. Fanfiction con frase de arranque propuesta y libre desarrollo posterior.

Olimpia juega en casa

     El joven macedonio se sirvió una tercera copa de vino mientras esperaba en el jardín de Epiro a su madre. Olimpia apareció vestida de púrpura. Se saludaron con un leve roce de labios. Ella fue la primera en hablar.
-Vuelves de campaña hace dos días y ya te han visto por la palestra.
-¿Qué hay de malo?.
-Eres mayor para competir. Continúa con tus juegos militares.
-¡Yo quiero ser héroe! –gritó Alejandro, con voz disonante y apretando los puños. Un brillo animal encendió sus ojos resaltando los ambiguos colores, uno de león y otro de leona.
-El oráculo ha hablado.
-Me aclamarán en el graderío y los poetas cantarán mis hazañas.
-Esas no, no ante Zeus, como el rey el día de tu nacimiento. Yo te pondré sobre los cabellos una corona de oro.
-¿Y Filipo?.
-Tú eliges, ser héroe por un día nada más o rey por siempre jamás.
     Alejandro apuró otra copa mientras atardecía en el vinoso ponto. ¿Qué tal unos juegos para los reyes y no para los dioses?.
     Olimpia no olvidó. Hizo colocar, años después, una dorada corona de olivo sobre el templete que adornaba el sarcófago de su hijo.