martes, 20 de diciembre de 2016

Reserva espacial

   La chica del calendario de Talleres Mecánicos Houston me guiña un ojo al son del despertador. Marco con una línea en diagonal el día. Dentro de veinticuatro horas cruzaré otra. La noción del tiempo es difusa entre amaneceres y ocasos vertiginosos. El planeta es una canica azulada suspendida en el silencio.

    Añoranza. En casa será otoño y la vendimia terminaría hace semanas. Adivinar la hora exacta ya es para aplaudirme, pero fantaseo con haberme comido un potaje y que mi digestión dormita bajo el sol del porche, donde soy guardián de la cosecha del 16.  


Panacea

El bibliotecario tomó “Sol de otoño” de Fiódor Smirnoff de la bodega, lugar secreto donde reposaban las rarezas, entre ellas el incunable legendario recién encontrado. La falsa cubierta disfrazaba un antiguo tratado medicinae. Una nota de su antecesor en la guarda le advertía, pero la tinta púrpura como hollejo de garnacha le hizo imprudente. Elaboró el bálsamo de un tal Blas el Feo, mas los enrevesados tipos góticos y su insuficiente dominio del latín hicieron que errase ingredientes, así se explica: le salió una sangría. No curaba, pero pasó muy animado toda la estación.

´¿Quien sabe la fórmula del Bálsamo de Fierabrás?

Interrogatorio con sello de calidad

-9999929.NEX6 –dijo el portero.
Ella accionó el play y sonó por el altavoz: “¡Uhhhh! ¡Soy La Muerte!. Hace siglos que había dejado de hablar a los viajeros. Les daba el primer susto, luego, una mirada de soslayo, después, una pegatina en el culo y fin…el siguiente.
-¿Nombre?. –interrogó en este caso de viva voz. Había levantado la vista de forma rutinaria. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar quién era el que estaba delante. Su voz había sonado ronca y gutural por falta de uso, pero le iba bien al personaje.
-Jaimito –dijo él.
-¿Profesión?.
-Actor cómico.
-¿Por qué has venido?.
-Yo no quería, me ha traído uno que me quería mal, debe ser.
-Error del sistema. No tenías que estar aquí. ¿Fecha de nacimiento?.
-No la sé.
-Me lo estás poniendo muy difícil –dijo mostrando cierto interés por tan extraño e inusual suceso.
-¿Y ahora qué hago?.
-Vivir. Te has quedado sin pegatina.
-Hasta la vista entonces.
-No lo dudes, todos tenéis fecha de caducidad.
La patada en el trasero sí que se la regaló y con ella le devolvió a lo suyo.
-Esto era una vez Jaimito que estaba en …-comenzó en el escenario tras unos instantes de duda para procesar su nueva condición.
Tenía una misión, no en vano nadie sale de las estancias de Ella así como así: Enviarle uno cada día. Si los mataba de risa o de cualquier otro modo, era su problema. Con el tiempo se fue acostumbrando. Todos los replicantes son iguales, pero a éste además le habían adjudicado un número primo. ¡Haber elegido muerte!.
 
Fotograma de El Séptimo sello de Ingmar Bergman