Como buen anfitrión, llevo una semana consultando grimorios y
tratados vernáculos, hasta que por fin he hallado la receta perfecta
para los alumnos de este año.
La graduación en la noche de Walpurgis del curso 1972/1973
fue legendaria, inolvidable y puso el listón muy alto. El plato principal era sopa
de pan consagrado gratinada a la infusión en hiel obispal con tropezones de sus
higadillos. ¡Una risa viendo los sarpullidos que les salieron a todos!
En esta ocasión, sugiero preparar un santo a la
parrilla con guarnición de lentejas al estilo Esaú, —ya decidiré en el mercado qué mártir
está disponible porque siempre es mejor utilizar género de temporada—, desempolvaré de la bodega varias botellas de Lacrima Christi y se terminará con
unas tetas de monja sobre gofre belga.
Estoy seguro del éxito. Me crezco aceptando tareas que
otros docentes acomodados al puesto rechazan. Los interinos somos así. Además,
desde que imparto la asignatura «Superar un exorcismo», ¡estoy de un creativo!
El demonio Pazuzu y el padre Merrin estudiándose mutuamente.
Versión recalentada de una cena satánica presentada en los Microduelos a sangre del Certamen Luminaria I. Zaragoza 2019
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