Bailaré todo el día. Bailaré toda la noche. Nada me
detendrá. Mis piernas se moverán en los reflejos del río, pisando charcos hasta el amanecer y
volando entre nubes de tormenta. El frío, la niebla, el viento o la lluvia no
lo impedirán. Seré un alma danzarina con la resaca del veneno febril. Ahora mi vida está suspendida en el elixir gota a gota de la resurrección, pero el otoño
próximo podré dar vueltas, saltar y reír. Estoy segura. Sí, así será. Sin
coreografía ensayada. Improvisaremos en nuestra música. Espérame, mi amor, sobre el Puente de
Avignon.