Platinante de Záragor es
grande, escamoso y tenaz; tan duro por fuera que se diría todo coraza, que no
lleva piel. Solo las aguamarinas de sus ojos son blandas cual medusas. Lo dejo
solo y se va al centro para derribar antenas. Si lo llamo por su nombre
completo viene cabizbajo porque me sabe enfadado. Le gustan las guindillas, el
queso manchego y las almendras tostadas. Cuando los domingos al atardecer sobrevolamos
los puentes, suelta llamaradas jactanciosas. La adolescencia de los dragones es
una etapa difícil, unas veces se muestra cariñoso y otras rebelde, al mismo
tiempo.
¿Será el anfibio dragón del Pozo de San Lázaro?
Uno de los Microduelos de sangre que gané en Luminaria, I Encuentro de narrativa fantástica de Zaragoza, Septiembre 2019